Gue detuvo la furgoneta. Dos tipos se bajaron de un camión pequeño, eran los hombres de Tony G. Él había cargado la merca en la cueva unas horas antes. Él tipo que parecía ser el jefe se acerca y le saluda. Van hasta su furgoneta y la sitúan al lado del camión, los tipos hacen el traslado de los sacos. Una vez finalizado, el tipo le hace una seña para hablar con él a solas:
Dice Tony que el loro esta muy vigilado. Cree que debemos esperar unos meses, parece que preparan la candidatura de ella para gobernadora. Él piensa que debe ser antes, sino luego el escándalo seria inmenso. “Vale”. Dice –prosigue el tipo- que no le visites en la cárcel, te hará llegar noticias a través mío. Los tipos cerraron el camión y se marcharon. Gue se monto en su furgoneta y escogió la carretera en dirección a su casa. Varios kilómetros mas adelante ve que el cruce anterior a su casa esta vigilado, intenta girar pero es tarde. Es la poli local, le hacen detenerse a un costado, un poli se acerca y le indica que siga al coche donde esta el Comi. ¿Qué sé traerán entre manos? –se pregunta él. El Comi se baja y le señala que haga lo mismo y se acerque. Gue deja la puerta abierta de su furgoneta y va en dirección a ellos. Dos polis le se ponen detrás de él y le sujetan por detrás evitando que pueda zafarse. El Comi sin dudar le golpea con fuerza en la mejilla mientras grita:
_¡Tú eres muy listo!. ¿No?. ¡Con quien crees que estas tratando!. -Gue pone cara de no enterarse, otro zurrón le lastima el labio inferior. ¿Dónde tienes los papeles?.
_Cuales.
_¡Los que te llevaste de mi oficina cabrón!. “¡Yo no te he cogido nada!”
-grita en su defensa. Una lluvia de golpes le cae encima, solo puede decir entrecortado...”nada”. El Comi para los golpes, Gue escucha de parte de otro que no puede ver: “déjale”. Le sueltan y se deja caer. Los polis se van, pero antes de ello incendian su furgoneta. Gue se arrastra hasta un árbol y se sienta en el suelo apoyado en su tronco. Se toca y repasa, parece estar bien, se deja estar allí una hora o más, hasta que decide ponerse de pie y caminar hacia la carretera. Su furgoneta humea a su espalda protestando aún de la miseria del momento. Lleva su camisa desgarrada, intenta hacer señales para ver si se detiene alguno, la tarde se esta desplazando al otro día y la gente teme detenerse. Un Impala sedan, de color rojo muerde la tierra haciendo que él se aparte. ¡Que coche!. Los cromados se estiran alargando el lujo de aquellos 6 metros. Gue se acerca al ver que la puerta de la derecha se abre. Al mirar dentro el perfume le auxilia y anuncia el genio que domina el volante: Es Ella. ¿Dioni Sganz le ha reconocido?.
_Hola -Gue responde incrédulo al fulgor que despide esa mujer.
_¿Qué te ha pasado –pregunta ella. ¡Si hasta es simpática! -alucina un Gue aún sometido a la fascinación de la dama. “Me detuve y me robaron un par de tipos” –improvisa él su respuesta.
_Sube. ¿Te acerco a algún sitio?. Gue se sienta en aquel cuero rojo y blanco cerrando la puerta. Esta hecho polvo, mientras ella habla su cabeza apoyada en el cristal cabalga en el sueño y el dolor.
_¡Eh, despierta!. Unos ojos almendra se agitan cercanos a su hombro. Ella esta de pie, inclinada, con la puerta de su lado entreabierta, él logra distinguir un garaje absurdo y triste.
_He decidido traerte a mi casa, así te lavas un poco y puedes llamar para que vengan a recogerte -explica ella con cordialidad. Gue le sigue hasta dentro de la casa y se sienta en un amplio comedor. Ella regresa con un frasco de agua oxigenada y algodón y empieza a limpiarle, acercando su cara casi al lado del sentimiento. Gue ve una blusa blanca recortada y abierta que intuye esconde el poder de aquella mujer.
_¡Quítate la camisa y ven conmigo hasta la ducha!. Él le sigue, ella le alcanza una camisa nueva, toalla, jabón. Le pregunta:
_¿Te apetecen unos huevos fritos con chorizo?. Gue responde que si, su asombro desmonta la imagen de ella cuando le tiro el perro encima. Avisare a tu casa –agrega.
Gue sale de la ducha, atraviesa el comedor y descubre la cocina. Al entrar dos platos de igual menú se enfrentan buscando sus dueños. Ella esta de espalda, vestida con una bata azul eléctrica no muy larga que muestra unas rodillas redondas y austeras. Al verle entrar se gira hacia él mostrando un escote largo y sinuoso que muestra su fama en la comarca.
_¿Estas mejor?.
_Sí.
_¿Tienes hambre?.
_Sí. “Siéntate” –dice ella. Gue escoge una silla.
_¿Quieres vino o cerveza?. “¿Tienes Bidu Cola? –pregunta Gue.
_Si. Nos gusta lo mismo –agrega ella con cierta complicidad, yendo hasta la nevera y escogiendo dos botellas de cristal que destapa y deposita en la mesa. Él come con vigor y rapidez, ella moja el pan en la yema y disfruta del sabor.
_¿Qué piensas hacer en el futuro? –pregunta ella dirigiendo su mirada hacia su interior.
_Primero, aclarar lo de mi padre –contesta Gue frío y lleno de venganza. “¿Y luego?”.
_Aclarar mi patrimonio con mi madre y marcharme a la capital de la provincia.
_¿Por qué insistes en lo de tu padre?.
_¿Para ti no es importante el buen nombre?. “Si”. “Pero el tuyo esta rodeado de muchos peligros” –matiza ella.
¿Estas con él por amor? –pregunta Gue apuntando a el político.
_Las mujeres no nos enamoramos como los hombres.
_¿Cómo?.
Para nosotras los hijos y la casa valen tanto como el amante. A Ruiz le quiero, pero tengo mis proyectos.
_Ser...
_Gobernadora. Me gusta la política. Las mujeres solas construimos nuestra fuente de poder en la cama, yo deseo ser independiente. Tengo ideas que van línea con el candidato de Norteamérica. Kennedy habla de la libertad y competencia en una nueva sociedad. Cuando hablaba ella era vigorosa, persuadía, era capaz de elevarse sobre las murmuraciones.
_¿Quieres una copa?.
_¿De?. “Solo tengo tequila”.
_Vale. Ella busca dos vasos pequeños y los llena. Se vuelve a sentar y escoge uno para elevarlo en brindis, Gue le sigue, la tequila de ella desaparece en su boca, para él seguirle es sentir que el liquido le desgarra el cuello y explota en su vientre. Ella sonríe y vuelve a servir.
_¿Y esos barbudos con Fidel?.
_¡Llevaran a Cuba a la miseria! –su respuesta es un látigo que silba cercano a Gue. El se aferra a la ilusión:
¿Porqué?.
_Eliminaran el mercado y sin el no existe competencia. La gente se les volverá perezosa. Un tercer vaso se llena con satisfacción. Ella esta mas suelta y Gue ha perdido sus dolores, a este ritmo no se podrá levantar de su silla. Ella le pregunta:
_¿Ella te pone?.
_¿Quién?
_Lita. “¡Ah!”. “Asi, asi –responde Gue moviendo su mano en el aire mientras oscila a un lado y otro. Ella sirve el cuarto vaso y lo despacha hacia adentro, obligando a Gue a seguirle
_¿Tu que piensas de mí? –pregunta Gue.
_Te responderé si tu haces lo mismo con respecto de mi. Un gesto de él firma el pacto.
_Pierdes el tiempo buscando la respuesta. Eres rico, joven.... guapo. Además el acertijo esta en tu sangre.
¿...?
_Tu madre se entendía con el mudo –afina ella con cierta picardía. “¿En que te basas? –pregunta Gue.
_Una noche que me quede hasta tarde le seguí a él hasta la salita que tu madre usaba para –ella se detiene unos segundos.
_¿Pero ello no prueba que le asesinase?. “Es verdad” –asiente ella. La quinta copa se llena, Gue ve peligrar su equilibrio. Ella eleva el vaso con fuerza y decisión, sus ojos brillan al mirarle, él arremete dejando que el infierno se apodere de los dos.
_Yo conozco la cueva –asesta ella el golpe que él intuía.
_¿Quién más? –pregunta él. Ella sirve la séptima, buscando el se arrepienta de estar allí. Gue bebe y deja la copa en la mesa, pero piensa que ella aún no le a contestado.
_Ven. Ella se pone de pie haciendo que le siga. Él arremete contra la silla de la izquierda y logra coger velocidad, atraviesan el comedor y se desvían por un pasillo hasta dar con una puerta roja, grande, dura. Ella extrae una llave del bolsillo de su bata, la introduce en la cerradura y abre, no sin antes mirarle y decir:
_Yo conozco tu secreto, ahora tu conocerás el mío. Al entrar una habitación grande decorada en rojo en las paredes como en el suelo le sorprenden. En el centro un banco rectangular de casi un metro de largo navega solo en aquella inmensidad. En una de las paredes un espejo forra desde lo alto hasta el suelo una pared que contiene en cascada, unas estanterías de cristal donde se depositan miles de frascos resplandecientes del perfume que atesoran.
_¡Ves!. Su cara mostraba un brillo contagioso. Ella le acerca hacia las fragancias.
_¡Es un tesoro!. Gue estaba sorprendido, le parecía aquello un templo pagano, su cercanía atizaba sus sensaciones, pero el asombro le podía aún mas. Ella escoge una botella pequeña, le mira y le dice:
_Esta es para hombre. Abre el pote moja su dedo índice y se lo arrastra por debajo de su mentón hasta detenerse donde comienza la bata.
_Huele –dice ella mientras deposita el frasco entre las demás. Gue se acerca y pasa su nariz muy suave por su piel. La bata de ella se abre dejando ver un físico agreste y voraz.
_¿Dónde? –pregunta Gue en el escándalo de sexo.
_Tu se sientas en le banco y yo encima.
_Eso es incomodo –dice Gue tradicional y puritano.
_Para las mujeres es una maravilla –responde ella.
_¿Qué hora es?
_Las 2 de la madrugada.
_Me voy –dice Gue.
_¿Cómo?. “Té apuesto que me esperan allí fuera”.
_¿Qué apuestas –pregunta ella sonriendo.
_Una próxima cita. “Vale”. Ella recoge sus ropas cubriéndose, el se viste. Ella enciende la luz del pasillo yendo ambos hasta el comedor. Él va hasta la ventana la abre un poco y le pide a ella que encienda y apague la luz tres veces. Fuera desde la oscuridad responden dos focos. Ella se acerca hasta su hombro y se deja caer con suavidad.
_No te robaron, me has mentido ayer por la tarde. No, ha sido el Comi. Lo envío el político. Ella se sonríe y dice:
_¡Aguanta lo que echen!.
_He ganado la apuesta –dice Gue mirándole mientras cierra la ventana.
_Nos veremos dentro de 20 días, cuando me hallan elegido para gobernadora –ella intenta implicarle en su éxito. ¿Te vendrías conmigo a la capital?. Su pregunta atiza el fuego. Se acerca y le besa, Gue sospecha el placer pero amenaza:
_Mi chica no la comparto. Ella sonríe ante la evidencia.
_Ven –le pide le acompañe- abre un cajón de un mueble, aparta un puñal que descansa encima de un cofre, abre la tapa y coge de allí una pulsera con formas rebeldes en la cual sobresale una víbora delicada.
_¡Ten!. Es para ti. Gue se subleva ante tamaño contrato, quiere rechazarlo pero la belleza de ella le hechiza.
Gue llego a su casa cerca de las tres y media. Primero decidió ir hasta el escritorio e hizo una llamada. Una voz seca le inquirió en tono soez si era posible llamar a aquella hora. Él sin inmutarse solo le dijo:
_La operación del loro esta abortada. El tipo le reconoció, y aún metido en las sabanas fue capaz de preguntar:
_¿Porqué?. “He hecho un pacto” –animo la noche con su respuesta. Gue temiendo estuviera pinchado el teléfono quedo con el tipo para el día siguiente por la tarde.
_Vale –respondió aquel. Gue cuelga el tubo y baja por las escaleras yendo en busca de la salita donde su madre pasaba las noches. La puerta estaba cerrada. Golpea sin fortuna unos minutos, detrás de la puerta se escucha a Mariam
_¿Quién?.
_¿Puedo pasar?
_Sí. Al entrar la habitación estaba revuelta, casi al final de aquel rectángulo su madre se empezaba a levantar del camastro inmenso que cual nave se movía entre los sueños inquietantes. Ella vestía un camisón de algodón verde, su cabeza se remataba de un cabello áspero. Era una imagen que arremetía contra los sueños adolescentes.
_¿Porque no me lo dijistes?.
_Que.
_Lo tuyo y el mudo.
_No entiendes que la soledad para mí era una droga. ¡Me estaba destruyendo!.
_Y apareció él -agrega Gue.
_Sí. Era tierno, silencioso, compañero.
_Y buen amante.
_Mariam se vuelve hacia su hijo, la furia escapaba de sus ojos. Intentando dominarse empieza a hablar despacio para ir aumentando:
_¿Tu crees que yo no tengo deseos?. Se acerca hasta él y con cruel ironía levanta una parte de su camisón dejando escapar un muslo rosado ante el espanto de su hijo. ¡Ves!. Un golpe de su mano izquierda en la carne muestra la piel prieta y dispuesta.
_Madre ¡estas loca!. Ella echa a reír, dejando caer nuevamente el camisón yendo en busca del mueble bar, coge una copa y la llena de whisky. Gue le revienta ver que su madre beba, es la peor imagen que le retrae a su infancia con noches de ruidos y discusiones entre ella y su padre.
_A mi no me molesta –continua él- que tú tengas un novio, ¡o hallas tenido un amante!. Después de la muerte de él, tiempo hubo para normalizar la relación con el Mudo.
_¡No le llames así! –grita ella.
_Para llamarle de otra manera, era necesario me lo presentaras –remata con cierta angustia su hijo. ¿Cuál es tu relación actual con él?.
_No tengo porque darte explicaciones. ¡Ni a ti ni a nadie! -vuelve a levantar la voz su madre. Gue esta harto, se da media vuelta y busca el camino de su habitación. Mariam se queda sola, apura el trago, se mira al espejo pasando su mano por el cabello, ríe, su amarga expresión soporta años de aguantar relaciones insatisfactorias. Va hasta su mesilla de noche, abre el cajón, saca de dentro un pequeño puñal plateado que ella empuja obligando a recorrer por su brazo dejando tras de si una estela. Allí esta unos minutos ida, prisionera de las sensaciones. Al cabo de un rato decide levantarse y coge el teléfono, marca varios números, del otro lado una voz pregunta:
_¿Que quieres?.
_Estoy sola.
_Vístete y nos veremos allí dentro de media hora.
Noche de 1952
Dioni Sganz llego hasta la casa del Viejo, le dejaron entrar, fuera el clima era de noche bronca. El cielo plomizo de la tarde se había vuelto violento, la lluvia golpeaba todos los rincones de aquel caserón cuya infamia burlaba al mas listo. Al abrir la puerta del despacho vio al viejo detrás del escritorio y en un costado aquel miserable que no hacia mas que perseguir sus movimientos. ¡Le odiaba!. ¡Cuantas veces le había dicho al Viejo que aquel era un advenedizo!. Pero el no quería escucharle, ¡es mas permitía que llevara un relato apuntado de sus actividades en una libreta pequeña!. Ello seria la ruina si caía en ciertas manos. Tomaron asiento alrededor de una mesa auxiliar, ella espero para saber si la tormenta que se abatía en el exterior de la casona, se instalaría también allí dentro.
_Dice él –el viejo señala al Mudo- que te has entrevistado varias veces con el político.
_Es verdad –reconoce Dioni Sganz.
_¿Que buscas? –pregunta el Viejo.
_Creo que irme –Ella dice algo que los tres intuían de una forma casi imperceptible. El Viejo escupe para un lado, esta indeciso, solo es capaz de decir:
_Habla.
_Sin él –Dioni señala al mudo.
_¡Déjanos! –el mudo se levanta y se retira.
_Tu mujer se acuesta con ese.
_Por ello no me dejas –contesta él como si aquello le trajera sin cuidado.
_Quiero poder –dice ella dudando un poco, pero se anima. Quiero ser gobernadora y él me lo garantiza.
_¿Tiene buen polvo?.
_Siempre los hombres estáis preocupados por el tamaño, la fuerza. ¡Solo os preocupa el ridículo!. No -reflexiona ella en voz alta- a decir verdad, contigo he crecido y ahora voy a buscar mi sitio.
_¿Y si te engaña? –pregunta el viejo. Dioni saca un pequeño puñal y lo coloca encima de la mesa. El Viejo ríe a carcajadas, pero le conoce y teme su reacción, por lo cual le dice al oído:
_Vuestras armas tienen mas fuerza que ese metal. ¿Que quieres llevarte?.
_Dinero, mucho dinero –dice ella revolviéndose como una gata en celo.
_¡Joder, lo quieres todo!. ¿Que eres capaz de darme a cambio?.
_El silencio sobre la cueva –ella se retira un poco hacia atrás intentando forzar el pacto. El Viejo coge el puñal y lo hace girar mirando como este se resiste a encontrar el fin del movimiento. Los segundos se antojan irrespirables. El Viejo coge el puñal y con la punta de aquel hace que abra las dos palmas de su mano en la primera arrastra hasta provocar un leve corte, repite lo mismo con la siguiente, Dioni le observa, el le dice:
_El silencio es para mi y mis descendientes. El se pone de pie, ella también, al llegar a la puerta Ella pregunta:
_¿Cuánto y donde me darás el dinero?. Una sonrisa siniestra brota en él, lo cual eriza de miedo el vello de Dioni.
_¿Cuánto vale tu vida?.
_Mucho –responde ella sin saber los limites del descaro.
_Eso te daré –responde él. Un leve empujón le obliga a ella abrir la puerta para no darse de bruces contra la madera. Del otro lado el mudo le espera con un maletín. Juntos van hasta la puerta, antes de salir el mudo le dice:
_Un millón de Levs –entregándole el maletín y cerrando la puerta tras de sí. Dioni Sganz se siente libre. La lluvia desteje el cielo dejando a la muerte recorrer la comarca. Busca su coche y se monta en él, su felicidad es inmensa, es rica y joven. Se mira al espejo dejando que los segundos corran cual viaje juvenil.
Paris salió de su bar y monto en su coche. Una llamada femenina le despertó del sopor. Su ambición de matón a sueldo del político le había destruido, le obligaba a ejercer el papel de segundón que arregla los líos del jefe. Las llamadas de ella eran un escape a su rutina. ¿Cuantos años hacia que la conocía?. Paris pensaba que era la única, además de su mujer que era digna de fiar. Al comienzo sus relaciones habían sido difíciles, el tiempo las convirtió en un intercambio salvaje de confidencias y sexo. ¿O tan solo sexo?. Él detuvo su coche donde siempre, ella subió y le beso en la mejilla. Paris puso la primera y su viejo coche mordió el polvo en dirección al camino que bordeaba el costado del río. No hablaron durante el trayecto, Paris le observaba durante momentos de reojo. Ella era hermosa y lejana. Llegaron a un descampado, detuvo allí su coche. Ella le miro, sus ojos estaban irritados. Las manos finas y delicadas se deslizaron por su pantalón, Paris dejo hacer, ella se monto encima de el apoyando su espalda en el volante mientras abría sus piernas dejando caerlas a ambos lados. ¿Algo no funciona? -penso él- observando como ella mostraba una cara extraña, tensa, molesta. Ella intento moverse queriendo excitarle, pero aquello era imposible -la magia estaba rota dedujo él. Un puñal apareció en su mano derecha, ella lo deslizo sin que Paris lo percibiera: “cierra los ojos” -le dijo-, él cumplió con el rito de todo amante que espera su gratificación. Ella clavo su puñal ferozmente en el cuello muy cerca de la yugular. Paris se estremeció: “¡Pero no!” -nada mas se escucho del gigantón. La sangre escapaba salvaje a través de la herida que mantenía abierta el metal. Ella se aparto de encima suyo, fría, sentándose a su lado. Lloro allí un buen rato. Luego abrió su bolsa y saco de ella unas bragas y se las puso, busco un trapo grande parecido a una toalla, retiro el puñal del cuello del amante secándolo e intentando limpiar la zona, luego lo guardo en un saco que llevaba preparado para la ocasión. Miro su vestido y se lo quito dejando ver una enagua rosa, sin molestarse extrajo de la misma bolsa un vestido gris y se lo puso, doblo el manchado y lo guardo. Deposito todo fuera del coche y regreso a él poniéndolo en marcha. Por la puerta derecha apunto con una pistola pequeña disparando dos veces sobre el muerto a la altura del corazón. Luego puso el coche en marcha quitando el freno de mano dejando que se deslizara pendiente abajo. El vehículo fue a dar contra una pequeña duna que le freno. Ella caminaría unos pasos y recogería la bolsa yendo hacia el sendero que le llevaría hasta donde había dejado su vehículo.
4 de la madrugada de 1958
El Mudo abre la puerta, allí esta Mariam esperándole. Va hasta ella y le besa. Hacia mas de un mes que no se veían, los reproches habían aparecido entre ellos y era difícil apartarlos. Ella pensaba, deseaba vivir con él, compartir el día a día, pero el se resistía. Su madre era una costumbre y una obligación. Él pensaba que la pasión era imposible dentro de la misma casa, una cierta resistencia puritana obviaba lo más sencillo, quedaban pocos años y debían disfrutarlos. Además dos mujeres en una misma casa se antojaba un foco de fricción. Para Mariam tantos años de sinrazón junto al viejo le motivaban para una relación más atrevida y menos pasiva. Ella pensaba que unos años de juventud extra no podían representar mas que un crecimiento. También los últimos meses su atrevimiento sexual era un descubrimiento después de tantos años de sopor en la espera que el otro dijera “ahora toca”. Inclusive ella estaba dispuesta a experimentar mas allá de este amante que oponía tantas resistencias. Muchas veces había pensado en un joven o en varios sucesivos. Ahora era libre, podía permitírselo. Siempre su religión había sido un freno para ella, ¿era el momento de ejercer de señora viuda?. ¿Y que hacia una viuda rica?. Pues ni más ni menos que disfrutar y experimentar.
_¿Para que me habías llamado? –pregunta él.
_Para verte –contesta Mariam- y para mandarte a la mierda –piensa ella. Le venia largo solicitar de su atención. Él camina hasta la ventana y la abre, el calor es agobiante, la sensación que planea entre ellos es mayor.
_Aquí estoy.
_Ya te veo.
_Mariam, ¡ya comienzas de nuevo!. El Mudo se ponía a cien cuando ella le mostraba su comportamiento.
_Mi hijo conoce lo nuestro.
_Tarde o temprano se iba a enterar –responde él desde cierta lejanía.
_¡Eres tan cabron como mi ex marido!.
_¡Mariam!.
_No estamos obligados a estar juntos –dice ella poniéndose de pie. Lleva un vestido color mostaza que deja ver su piel rosada y atenúa su hastío.
_Somos compañeros de muchas cosas. La afirmación de él es elíptica, amenazante, tal ves sin deseos de romper del todo.
_Pues ya tenemos una menos –le mira ella desafiante. Se acerca hasta el que se halla sentado y levanta su falda muy despacio.
_¡Mariam! –grita él incomodo. Ella sigue alzándola pasando lentamente por encima de sus rodillas.
_¡Para!. Ella continua mientras se aproxima hasta la parte alta de sus muslos y su sonrisa muerde picante el desprecio que crece ante él, quien se rebela y no se atreve a poseerla. Ella se detiene muy arriba, justo en el sitio donde él percibe que ella va desnuda.
_¡Baja la falda por favor!. Él es un personaje angustiado, falto de escrúpulos pero quien le van fatal las mujeres que dominan. Ella le mira, detiene el tiempo ante su amante ya ha descubierto los limites de la relación. A reconocido que desea jugar a todo o nada. Con su mano derecha golpea uno de sus muslos como señal de despedida y suelta la falda que cae al estilo del final de una obra. Pero ella decide agregar:
Lo nuestro a funcionado bien en la clandestinidad, ahora yo te pido que superes ese momento. También me siento joven y quiero que mis deseos sean satisfechos. De lo que compartimos fuera de esto la tumba es un buen sitio para ellos. Es rotunda. A él no le queda mas que moverse o aquello se deshincha. Pero él no desea mas que seguir en esa conveniencia. Ella se sirve una copa de licor, el silencio reparte cartas entre ambos. Como nadie se mueve, ella se despide dejándole como la sombra de un amor extraño.