La bibliotecaria le entrego la caja solicitada. Él observó el metal que cubría aquel envase rectangular, alisado en los bordes. Le cogió con fuerza arrastrando hasta el final de unas mesas que le dejaban un estrecho pasillo. Deseaba encontrar un sitio mas apartado. Al depositarla en una mesa extrajo la llave de un bolso y la introdujo. Un giro suave. Un sonido farragoso y áulico dejaba paso al temido momento.
Aquella mañana le habían llamado para avisarle. El interlocutor le había dicho: "si desea resolver su asunto recoja el sobre en el apartado 1024 de la biblioteca". La comunicación se corto dejando que su fiebre creciera con la angustia.
El inspector Marcos llevaba el caso de un asesinato que desde hace meses le atizaba el estomago. La mujer desaparecida era la esposa de un industrial. Bueno digamos, la rica heredera que aportaba sedimento y lumbre para su esposo. Todo conducía a él, como en la clásica intriga. El marido era listillo, alegre y le gustaban las hembras caras. ¿Por que dudar?. Con el trabajo que tenia, ¿para qué darle vueltas al tema?. El caso era sencillo, debía ir a por él sin dudar. Levanto la tapa, un hedor nauseabundo le arrebato las ganas de comer. Una cabeza deteriorada pero bien peinada y con una cierta sonrisa le miraba. La heredera era dueña de dos óvalos azules. Metió la mano y repaso los fondos para ver si encontraba alguna pista. La soledad de aquel rostro también clamaba por cerrar el caso. Volvió a colocar la tapa para regresar a comisaria.
Al entrar a su despacho, su ayudante una vez examinado los restos mirándole afirmaría:
_Caso cerrado. Jefe ¡Ya tenemos una parte del cuerpo!.
Por la tarde, el forense paso su informe. Al mirar las paginas, apareció lo que se temía, la mujer había muerto por envenenamiento.
La remolacha respira de rojo. Una frase corta en un papel en la agenda de ella, estaba casi al final. El lápiz tembloroso marcaba el desaliento. Marcos repasa la habitación para intentar encontrar algo. Los cajones de su ropa estaban limpios y ordenados. Lencería fina -observa él-. Su mano escogió al azar unas bragas de seda rojas y las puso en su bolsillo. Bajo hasta el comedor, allí le esperaba el sospechoso. Se sentó frente a él, mirando con cierto recelo. Se atrevió a preguntar:
_La noche en que descubrió que ella faltaba y decidió llamarnos, ¿Ud. que hacia?.
_Fui a tomar unas copas al Floridita y regrese a las dos. Al no encontrarle me sorprendió pues ella ha esa hora ya estaba en casa.
_¿A esa hora?. ¿Los dos ibais por libre?.
_Sí.
_¿Desde cuando?.
_Hace dos años.
_¿Y porque?.
_Ella me sorprendió con Mariona. Al observar el gesto de sorpresa del inspector, él explicó "mi actual amiga".
_Tiene una foto o la dirección suya. El marido metió la mano en su pantalón, saco una cartera y de ella una foto que acerco hasta el inspector
-una rubia explosiva de falda ancha y blusa ceñida se incorporaba a la intriga-. El tipo garabatea una dirección y se la entrega.
_Póngame también su nombre y apellido -dijo Marcos. El papel se tambalea yendo y viniendo nuevamente entre ambos. El inspector se puso de pie y le dijo:
_Manténgase visible. Le llamaré.
Hizo unos pasos, se detuvo y se giró para preguntarle al tipo:
_¿A su mujer le gustaban las remolachas?.
_No.
_Hola. ¿Ud es Mariona?.
_Sí. Una rubia despeinada, con bata amarilla, casi sin pintarse se apoyaba en el marco de la puerta mirándole con desdén.
-Soy el inspector Marcos. ¿Puedo hacerle unas preguntas?. ¿Me deja Ud. entrar?.
_Esta todo desordenado. Porque no regresa otro día. La mano derecha del poli golpea con fuerza la madera haciendo retroceder a quien le pedía viniera otra vez. Ante la sorpresa ella fue capaz de decir:
_Llamare a mi abogado -mientras corría en dirección al teléfono. El inspector por su parte entraba en la habitación contigua al comedor. Allí un tipo se metía unos calzoncillos e intentaba escapar. El empujón de Marcos le hizo rodar por los suelos. Este le puso un pie encima, mientras la rubia gritaba como loca a través del tubo.
_Quién es?. Fue la pregunta del poli.
_Jaime.
_¿?.
Jaime Brog. Trabajo en una discoteca. La Meadows.
_Sí. Allí me gusta contratar a putas como tu amiga.
_¿Qué haces aquí?.
_Visito a mi novia.
_No es la primera vez que aparece una furzia con dos amores.
_¡Que!. Dejo de presionar y el tipo se puso de pie intentando vestirse.
_A tu chica la he visto con otro. ¿Dónde vives?. "Aquí cerca. En Pelayo 24".
_¿Casa o piso?. "Casa". La rubia cuelga el tubo y se acerca a Ramos. Con furia le pregunta:
_¿Lleva Ud. encima la autorización del juez?.
_Mañana le espero en la Comisaria
_¡Hijo de puta!.
Una rubia espesa y harta de tinte entro en la Comisaria.
_¿Esta Ramos? -fue su pregunta. El ayudante le hizo pasar a un reservado. El cuerpo ondulante crujió por el pasillo hasta llegar al despacho. Los polis observaban el sueño de cada noche rozar por sus mesas. El ruido de la puerta marcaría el fin a sus ilusiones.
Marcos entró al despacho por otra puerta, el humo invadía el espacio donde trabajaba. La rubia ni siquiera le miró. Cogió una silla y se puso a su lado. La fuerte ondulación de sus pechos bregaba dentro de su blusa violeta. Las caderas se empeñaban en escapar de la silla dejando ver una marca en la parte baja de las rodillas.
_¿Y esa señal? -fue la pregunta del poli.
¿Cuál?.
_La de la pierna. La rubia separa los muslos con agilidad y gira la rodilla hasta que la muesca que intrigaba se muestra al poli. Marcos paso su dedo por encima de una flor de lis diminuta y el vello rubio de ella se erizo como caramelo de feria.
_Me lo hice hace un mes en honor Pachi.
_¿Quién es Pachi?.
_El ex marido de la muerta. ¿Donde se lo hicieron?. En la perfumería Fer. La que esta en el centro. ¿Ha ido alguna vez?. "No". Contesto Ramos visiblemente molesto.
_¿Quiere que le muestre alguna marca más?.
_¿Tiene alguna otra? La mirada esquiva y alegre del poli era indecisa, pero sedienta.
_Mire. La rubia levanta su falda un poco mas y unas curvas rosas se empeñan en dejarle ver otra marca muy pequeña. Marcos se puso de rodillas y encajo su cabeza en la tentación dispuesto a ver aquello. El olor de lilas que escapaba le atraía.
_¡Jefe!. Un grito de su ayudante que se doblaba por encima de él le trajo a la realidad.
_¡Que quieres imbécil!. Al retirar y ponerse de pie, ambos se tocaron. La rubia cerro sus piernas y la falda bajo cual telón.
_¡Te he dicho que golpees antes de entrar!. El segundo grito mortificaba al poco astuto ayudante. "Es que esta su mujer al teléfono" -fue la respuesta.
_Dile que luego le llamare.
_¿Ud. conocía a Violeta Azulay?.
_De vista. Ella era tan importante que le había visto mucho en el telediario.
_¿Y al viudo?.
_Me lo presentaron hace dos meses. En una sala de fiestas. Me enamore de él enseguida. Bueno, a decir verdad soy muy enamoradiza. Los ojos de la rubia quemaron los párpados del inspector. Me gustan -prosiguió- los hombres fuertes, que hieren, salvajes. ¡Ud. es guapo!. Ese uniforme le queda muy bien. ¿Le puedo hacer una pregunta?. Al sentirse halagado, hizo que el inspector moviera la cabeza afirmativamente.
_¿Esta enamorado?.
_¡Que dices mujer!. Quería salir de aquel calabozo que la frenética ansiedad le arrastraba.
_Sabe, para el amor soy poliglota. ¿Se dice así?.
_No, ninfómana.
_Ah!. Pues eso. ¿Y Ud. no seria capaz de... pasar un ratito escuchando música en mi casa?. Es que además soy megaloma.
_¿Quiere decir que le gusta oír música?. "Sí". "Pero la acompaño con un güiski".
_El miércoles estoy libre -propuso Marcos, arrepintiéndose de lo que había dicho al instante.
_Vale. ¿Me puedo marchar?. "Sí".
_Hola.
_¿Qué desea?.
_Soy Inspector. ¿Es Ud. el dueño?. "Sí".
_¿Recuerda Ud. si vino a tatuarse una flor de lis, una rubia muy presentable hace dos meses?.
_Ah!... Mariona. Ella es cliente mía.
_¿Vino sola?. No recuerdo bien.
_Inténtelo.
_Venia acompañada por otra mujer.
_¿Se parece a la de esta foto?.
_Era muy parecida. ¡Linda mujer!. Yo solo trato a lindas mujeres.
_No me diga.
_Para loros ya tenemos los del parque.
_Ya. Y estas lindas, las dos de la que hablo, ¿Eran amigas?.
_Mucho. ¿A la de la foto, antes le había tatuado algo? -preguntó Marcos.
_Lo de siempre. Una hermosa flor de lis entre las piernas. Por cierto esa era una linda mujer. Sus piernas eran delgadas y lisas, sé parecían a las que tenia una tía mía que en paz descanse.
_Su tía, perdón la señora de la foto, ¿había venido alguna otra vez?.
_No. Pero es raro.
_¿Raro?.
_Es la moda sabe... Vienen a hacerse la flor.
_¿Muchas?.
_Varias. "¿Cuántas?".
_Diez, tal vez quince. Tengo la dirección de ellas.
_No me diga. El tipo extrajo un libro grueso y lo abrió. Aparecían las direcciones y las fotos de las piernas abiertas en uve con su flor allí presente.
_¿Y como es que guarda esto?.
_Al ver que eran tantas, a partir de la tercera decidí fotografiarlas y llevar un registro.
_¿Es Ud. fetichista?.
_No, me dedico al tatuaje. Pero sabe, todas estas, eran lindas mujeres.
_¿Y se dejaban fotografiar?.
_Venga acompáñeme. Aquí hago los tatuajes. Ellas se ponen frente a este espejo y a través de este pequeño agujero las fotografío sin que lo noten.
_Ah.
_¿Tiene algunas otras colecciones?.
_Esta dispuesto a pagar?.
_Yo soy la poli.
Leo embobado tus tres últimos y excelentes posts que, por razones varias, no había podido leer hasta ahora. Magníficos.
Publicado por: Roberto Zucco | 17/04/05 en 14:40