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Un acceso de tos.
En la entrada la mugre se describe con una cierta tonalidad marrón. El papagayo aprieta con desgana su graznido torpe. Se ha abierto la puerta, el pasillo estrecho y tortuoso derrama olor de aceite quemado. El camina por ese regusto de sensaciones. Al llegar a la puerta –casi al final-, la empuja. Se ha cansado de echar llave. La dificultad le priva. Dentro solo hay una cama antigua apoyada en una pared. Del otro lado, en el exterior un palomar esta dormido. Por la mañana las alas y el repiqueteo le lastiman y despiertan. Se deja caer. ¿Cuántos años lleva viviendo en esta pensión?. La Paloma de Valencia, le causo hasta gracia el día en que vio el cartel. Recuerda que su dueña le abrió la puerta y destapo las condiciones y tarifa. Estaba en Barcelona. Era la ciudad que había pensado y ansiado. Se giro en la cama y vomito en dirección al suelo. Estaba preso de la ansiedad por domirse. ¿Qué Sueño le sobrevendría?. De rabia había gimoteado hasta hartarse frente a ella. Rubia, parca en palabras, pero volátil e influenciable. Su último dialogo fue:
_¿Me amas?. Ella se estiro la camisa hasta juntarla al llegar al pecho y le miro. Asco y frenesí y tortura quemaban en sus ojos:
_No -respondió. Era escueta e inmisericorde. La pierna derecha se movía y su estúpida belleza le hastiaba. Dio un golpe en la cama, se puso de pie yendo hasta el baño. Su verga afilada se desplazo hasta hallar el water. El orín amarillo y oloroso le llego hasta cerca de la boca. El ruido del agua contra el agua le despertó del tedio. Se sacudió esa piel que le magreaban las putas del Chino. Tiro hacia atrás, volvió a entrar en el dormitorio. Ella estaba de espaldas, las nalgas dejaban ver un surco que el conocía de memoria. Se metió la camisa, bebió un trago de vino. Abrió la puerta y descendió por las escaleras. La calle estaba desierta, el frió le golpeaba como diciendo, que el cruel refugio de la rubia ya le sobraba. Metió una mano en el bolsillo, la chatarra se entrelazaba en sus dedos.
Aquella mañana el sol se mofaba en su cara. Los golpes de la dueña le despertaron.
_¡Ya va! ¡Coño!
_¡Ábreme Luis!. Tengo una carta para ti. Y además la poli quiere verte. La casera estaba a un paso de él. Del seco palabrote -la cana-, le puso de pie, no le dieron tiempo a lavarse. Un tío seco y gris vestido con un abrigo afeminado se le fue encima.
_¿Conoces a esta tía?. En la foto, la rubia de la noche anterior -con la cara destrozada- le miraba.
_Si.
_¿Cuando la viste por ultima. Quiso mentir, el grueso regusto a vino le inundo la garganta. Escupió al lado y se fue hasta el water. Los bichos bailaban en aquel liquido cuando el lanzo su esputo. Vomito. El cana estaba detrás. Volvió a insistir:
_¿Como se llamaba?.
_Angeles. ¿Vivía contigo?.
_No.
_¿Desde cuando le conocías?.
_Cinco.
_¿Cinco que?.
_Años. ¡Mierda!. Aquello no le gustaba,. A la tipa la había llegado a querer.
_¿Era tu amante?. ¿Esta te la mamaba?. La risa del cana intentaba dar juego.
_Si –la respuesta sonó desvaída. Me vas a tener que acompañar.
_¿Por que?. Por meterle un pico. ¡Desgraciado! –el cana estaba muy cerca suyo.
_Oiga, que yo no la toque. Ella era una buena tipa. Estaba loca pero yo no la odiaba.
_Vístete. El fierro del cana se asomo en su mano para convencerle. Se estiro las mangas. Siempre lo hacia cuando se ponía nervioso. Torcieron hasta la puerta. La habitación quedaría revuelta. La casera de mala gana intentaría arreglar el desorden.
Angeles se había levantado a un tipo la tarde anterior. Moreno, parecía normal. Al llevarle a su habitación este se había bajado el pantalón y los calzoncillos. Ella pensando que deseaba una mamada se había acercado hasta el y se había puesto arrodillada. Una verga larga y peligrosa se balanceaba frente a su nariz. Pero de repente el tipo había echado para atrás y se había vuelto a levantar los pantalones. Ella desconcertada decidió seguir en su sitio, pero se levanto las faldas hasta el pubis con el fin de provocarle. El tipo respiro con amargura y caminando hasta el final le dio la espalda durante unos minutos. Ella se puso de pie yendo hasta el. Le dijo:
_¿Como lo quieres?.
El se giro de nuevo, le cogió del cuello y la beso largo rato metiendo su espesa lengua en su boca de una forma atrevida y malsana. Ella quiso tocarle, pero el no se lo permitió. La lengua mordisqueo aquí y allá desordenadamente mientras el sudaba y gemía. Angeles le seguiría el juego intentando no contradecirle mientras aquella horrible carne le ahogaba. De repente se separaría de ella, mirándole un rato largo. Los ojos verdes del cliente le cortaban hasta dentro. ¿Ella qué veía?. Un fondo siniestro, oscuro. Tenía en su mano el corazón y la soledad de aquel tipo pero era incapaz de acercarse o hacer algo. De su interior escapa tal ansiedad que le llegaba erizándole el vello desde las pantorrillas, pasando por el vértice de su sexo hasta estallar en su cuello. El tipo metió la mano en su abrigo y extrajo unos billetes los puso en la mesa cercana y se marcho. Al quedarse sola sintió una liberación. Decidió librarse del asco que le rodeaba yendo hasta la ducha. El agua tibia le entretuvo devolviendo la tranquilidad.
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