Hace unos días me llego un power por e-mail que habla de la civilización. He decidido incluirlo (1) por que en tono jocoso –a los hombres- nos pone en su sitio.
¿Y porque no hablamos un poco de nosotros?. Debo confesar que tanta recuperación de lo femenino no deja de comenzar a cansarme. Pero el primer elemento que nos distingue es el enamoramiento con su final en el compromiso, que para nosotros es un rito. Pero la futura unión siempre comienza por el hostigamiento y asalto a la presa –infinidad de veces- y acaba cuando entramos en una fase de estabilidad. Es lo que denominamos ufanos: “crear la familia”, construir la continuidad de la especie. A continuación viene la dictadura del sofá y el mando –incluido partido de fútbol- que se impone en las prioridades de la agenda. Todo lo que sea comprar, limpiar o cumplir con la relación familiar (una boda, comunión, etc.) es lo mas parecido a un ejercicio gimnástico para el cual utilizamos un chándal especial de la marca “el cumplidor”. Hay multitud de ejemplos, desde aquellos que suben el carro por las escaleras, o aparcan fabulosamente bien en la gran superficie, o quienes reparten la compra de productos perecederos para ella y asumen todo lo demás -con lista- para el Hiper. De la limpieza, a duras penas algunos conocen como aprietan el botón del lavavajillas o mueven la escoba en sentido inverso a lo que se desea recoger. Pero nuestro mundo es… el orgullo del chapuzas. Se nos da bien el bricolaje: un enchufe, la pintura, o el jardín de fin de semana. Y lo mejor de todo es nuestra tarea especial: cortar jamón. Parece que la familia tiene una máxima con valor universal “¡que corte papa el jamón!”. Dicho esto, todos se giran hacia uno y le miran con una mezcla de charcutero real o ingeniero del corte. Y uno lo asume a pesar de odiar ese cuchillo que se empeña en no correr tan fácil como una maquina eléctrica del bricolaje. ¡Por Dios porque en Taiwán no han inventado el cuchillo electrónico con software incluido!.
Pero hay algo que nos puede, es invisible pero aparece poco a poco, es la monotonía. Un extraño virus que solo se remedia con los amigos –pues nos da terror tener amigas y si son guapas todavía más. Ellos aparecen en la actividad externa a casa. Es el cubata, o el café, o la ida al partido de fútbol. Allí somos los ases de la aviación, nuestro espíritu vikingo nos lleva a opinar y pelearnos por todo. Solo hay que darse un paseo por los bares el día de partido, el ambiente es selecto, la cerveza, la tapa y esa alegría inmensa de libertad para gritar y dar paso al habito del fútbol. Pero, ¿somos convencionales?. Hasta el hartazgo. ¿Las nuevas generaciones han cambiado en algo?. Poco. Tal vez la escenografía. El coche bien prolijo, la salida el viernes, algo más de afeite en la cara y un mayor desparpajo en la combinación de los colores al vestir. A ellos les gusta una compañera más cercana, intima, sensual. Se perciben más unidos y ellas tienen más independencia. Pero –estos nuevos hombres- dependen de su sexo –digo de ella, de su agenda, y… de su movilidad emotiva.
Es que pensándolo bien, la civilización masculina que conocemos hasta hoy, ha cambiado poco y es un completo fracaso.
Es lenta, dispersa, dependiente y demasiada violenta. Ha perdido creatividad y las obligaciones laborales y el stress de mantener la prole y ese cierto distanciamiento afectivo paterno le ha lastrado y empobrecido. ¿Llega la civilización femenina?. Sin ser un experto –lleva mas sabiduría el power de mi amiga- se acerca la relación conflictiva entre sexos. Da mas juego. ¿Qué incluye?. Los roles alternos, el reparto de cargas –aunque muy lentamente. Y la participación profesional femenina -en la vida de las empresas- que aporta una agenda que incluye los afectos y la conciliación laboral de los horarios y las necesidades familiares.
Posdata Ideológica:
“Me he casado con un alma gemela”. Esta opinión masculina no se sostiene: ¿queremos decir con alguien idéntico?. Cuando aparece otra partenaire –primero sexual y luego afectiva-, descubrimos que en realidad necesitamos un alma desigual.
Nuevos roles sexuales: hombre/hombre o mujer /mujer. Hace unos días me invitaron a una fiesta. Entre los invitados había un grupo de mujeres que eran las que ocupaban el rol de tía con la homenajeada -su sobrina. ¿Sorpresa?. Dos eran parejas. En un grupo ampliado esta diferencia aporta un toque diferente a la conversación, los chistes e inclusive a los regalos. Y en este tipo de reuniones los hombres clásicos parecemos una especie en extinción. Por qué lo clásico también tiene su valor… ¿O no?.
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