Este potente anti neurótico me sirve para estimular la ansiedad y estar despierto. Desde antiguo también responde a una cultura del estar en el trabajo. Me lo administro en ocasión de un breve receso y de manera compartida con algún compañero del trabajo. No es lo mismo la toma de la mañana que el de la tarde. ¿El mejor?. Hacia las cinco. Es un canto a la libertad dentro de la producción. A veces incluyo uno a las siete, pero es tardío y difícil de digerir. Pero hay multitud de cafés que se recuerdan en el delicado torbellino de la vida. Un breve repaso, me sitúa hace años en la estación Termino de Roma, serian las 23 horas de un invierno duro. El bar cerraba, y en mi bolsillo estaba la última lira. En el exterior, digo en los laterales de este monstruo parlanchín y oxidado, las bandas de navajeros dictaban la ley. Era el año 75. Difíciles actores, pero, los mismos que se cargaron a Pasolini(1). Después del brebaje, solo había un sitio donde dormitar. En la sala de espera, a medida que transcurrían las horas, el submundo se acercaba a las estufas de hierro y almidón hasta fusionarse.
Pero también el café es un artículo que se puede beber en Bulgaria. En aquella sociedad, la de los años de dictadura comunista, por un Lev de la época había un bar frente a la antigua estación de tren. Al entrar, solo era posible que a uno le entendieran al pronunciar: ¡café!. Recuerdo que la primera vez, me sirvieron un brebaje oscuro, amargo, lleno del zafio mosto que el régimen preparaba desde la llegada al poder montado en los carros rusos. Al escoger una mesa, desde el cristal se podía ver una gran avenida. La ciudad se disponía a dormir, algunas bombillas iluminaban un vacío espectral y gris. Después de este descanso, solo un sitio mullido me esperaba, el parque más cercano al entramado de hierro. Al llegar, solo vería unos polis de vez en cuando y unos extraños compañeros. Las bandas de traficantes intercambiaban a espaldas de la carrera loca y servil del régimen. En este espacio los reyes de la noche sabían que Tato -Todor Zhivkov- les imprecaba desde su amor filial a la URSS.
Aunque creo, que el café de los sabores intensos, solo era posible encontrarlo, en una pequeña tasa llena de mugre y un poso intenso, en los bares cercanos de la estación de tren en Atenas. Los griegos habían vuelto a la vida con la expulsión de los turcos