El miedo ante este momento decisivo de la vida de cualquier humano, parece no estar tan cercana como alguna otra actividad de las que diariamente emprendemos. Esta allí –como concepto- e intentamos darle un escape a la angustia que suponga acabar con nuestros sueños. Para muchas personas, el cumplimiento de esta posibilidad, no deja de ser una liberación. Quizás la vida les ha agotado y ven una salida ante el despropósito que se han sumido. Para otros es una oscura golondrina que nos guía por un sendero desconocido. Si una persona es religiosa no significa más que una esperanza, ante el bochorno de entender la vida tan irracional ante tantos esfuerzos sin sentido.
¿Tenemos miedo ante la muerte?. Tal vez lo que tenemos es un estereotipado silencio. La euforia consumista nos aplaca ante los avisos de su cercanía. Los escritores, la espantamos contando historias que se suponen están en la fina y delgada categoría del arte. Pero una vez publicado el sortilegio se evapora y cae en manos de algún visitante extraño que desee recrearle. Sin mas, estas líneas, a esta altura, ya habrán sufrido el abandono de algún lector. ¿A quien se le ocurre hablar del miedo a la muerte?. Es como cabalgar con desconfianza en la dirección contraria, al ansiado mundo que nos promete la publicidad. Pero ese miedo feo y profundo palpita dentro de nosotros. Es tal vez la constatación de un oscuro regalo que la naturaleza aun se niega a entregarnos: la inmortalidad. Uno de los últimos bocados que se resiste a revelarnos. Uno de los últimos mantras, que el humano-mono quiere arrebatarle al dominio del cosmos. Esta inmortalidad, y la vida más allá del universo, alrededor de mundos poblados por alienígenas.
De placebos vivimos desde que dejamos África. Los dos últimos dos deseos u anhelos citados, nos reservan una gran carga de miedo. Podríamos decir que es la mascara apretujada y triste que nos separara de la envoltura del mono y nos insertara en la próxima civilización no-humana. ¿Cómo le llamaremos a esta aventura?. ¿Cuánto de obsesión o pavor nos provocara recorrerla?.
Dirá al respecto Epicuro “a nosotros, la muerte no nos afecta; porque lo que se ha disuelto se vuelve insensible, y lo que es insensible a nosotros no nos afecta”.(1)
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