En los años 60 sentarse en un bar y pedirse una Crush* era una experiencia fascinante. El camarero solicito ponía en la mesa una botella un poco abombada en el centro, de larga base y presumida. Su burbujeante color naranja se desmadraba en el paladar. Era la naranjada que las tardes de verano apetecía pedirla en una terraza. La macarrónica Coca Cola cual espejo sostenía una dura lucha por suplantarle, mientras la Pepsi estaba lejana. Pero si uno además, era capaz de levantar la mano, llamar al camarero y pedir un bocata de pan francés, de miga alta, pero sin tomate ni aceite, y una fina mortadela italiana, en ese momento el paraíso había llegado a su mesa. En esos años Guevara –el Che, estudiaba medicina, o subido en su moto buscaba el espíritu andino. O los Kennedy, se pasaban sus chicas mientras el puritano discurso oficial le mostraba al mayor con Jacqueline. Pero, todo se quebró allí por el 63. Aún recuerdo, era una tarde soleada, mientras trepaba a una moto, en mi primer curso de conducción extraoficial -con tan solo 8 años, un amigo me soltó al oído:
“Han matado a Kennedy”.
_¿Al de Norteamérica?.
_Si. Una congoja me sobrevino. A mi edad aquello no podía ser. Principio del formulario
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El paso del tiempo fue situando mi atrevimiento infantil con la historia, en la constatación de un pasado profundo que se derritió, aquella tarde por un balazo –o varios- y sumió a Occidente en el espíritu de la maldad (1). Hasta ese momento creíamos, que los presidentes con corbata, avión y niños pequeños estaban para hacer el bien. Pero vimos como abruptamente, la sonrisa mentolada y cándida del clan se fue aguando, inclusive con los proyectos de la gran sociedad de Johnson(2). Luego, Vietnam mino una generación de barro, droga y estulticia. La metralla de los amarillos fue justa. Su orgullo y consistencia devanaría la conciencia de mis años mozos. ¿Cómo era posible que tuvieran razón?. O, ¿cómo era posible que la culpa congénita estuviera en la gran maquinaria demócrata del cual esa sonrisa muerta bajo las balas, era causa, sueño y final.
La Crush dejaría de fabricarse a finales del 70. Ese sabor chispeante, ingenuo y atrevido asaltaría, cual gota tórrida mis sueños. Nada seria igual en la gran democracia del Norte, pero tampoco en la oscura y nueva sociedad vietnamita, preñada de desatinos, aduladores y harta de falta de libertad.
*Crush, el viaje del Che por América: http://retratodelinfierno.typepad.com/retratodelinfierno/2005/12/crush_a_propsit.html
(1)Pagina sobre el asesinato de Kennedy http://www.terra.es/personal/amestu/home.htm
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