No son muchos –debo confesar que me encuentro entre ellos. Es un tono vital que anuncia un instante, ya cumplido, tantas veces anunciado. Podríamos referir a un ejemplo, el de los años 50 y 60. Cuando el deseo de progreso era posible y las revistas como Mecánica Popular mostraban adelantes inimaginables, pero, algunos perversos, para el clima, para los humanos. Esos juguetitos ya son monstruos tecnológicos que están en decadencia –con los precios de una nevera a 300 Euros o una tele a 200. El Low cost los ha banalizado. En esa época una televisión era un objeto de culto. Y suspirar por una de color aun más.
“De repente todo se puso frio y lento. La crisis de la modernidad desnudo nuestras pueriles ilusiones”.
En viejas revistas de National Geographic, aun aparecen diseños de granjas agrícolas con un atrevimiento por el dominio, de la áspera razón productiva. Y los sueños algunos quedaron, otros desaparecieron.
Uno de ellos. La llegada a la luna. Fue una anticipación, del deseo de colonias humanas diseminadas por la galaxia. Al estilo de Colon, con una nave terca y una tecnología sencilla. Pero este destino manifiesto fue más hosco y cruel. Nuestra tecnología para tan vasta empresa nos dejo el velcro y algunas cosas más. Se necesitaron 40 años para asimilar aquella experiencia.
Pero vendrá una segunda: a Marte.
Y una nueva generación de profetas anunciaran los logros… y detrás vendrán los que escriban sobre la decadencia.
Así será.
O tal vez no.
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