La plaga de hormonas me batía con fuerza. Mis 17 años estaban allí secos, pegajosos, casi al final del entrepierna. No supe decirle que su nuevo marido era sentimental, pero inestable en su carácter. Estaba obsesionado por salirme del guion. Ninguna estepa estaba más transitada, que la de los encallados jóvenes argentinos del 74. Todos se movían en alguna dirección. Afeminados, o lleno de barbitúricos, o mal olientes desplegados alrededor del alcohol, o tan solo arrebatados por una ilusión estéril. Todos olían el culo de un general, que llegaba al país, enfermo de ego, con unos testículos debilitados, mucho discurso y una momia en el avión. A ello debíamos agregar su nueva esposa y un maquiavélico brujo, que manoseaba el sentimiento democrático de los dueños del poder –los sátrapas votantes denominados -del pueblo.
Le di a entender que me marchaba. A Europa. A aquel continente donde todos los del país iban y volvían mentalmente cada vez que la realidad, les devolvía la mierda, o la irresponsabilidad de sus elecciones –los gobernantes. Le dije que me iba a estudiar. No sabía que el frio invierno me atraparía y seria un hippie, perdido, amante, insulso joven camino del derrape mental.
Pero me iba a dejar correr el tiempo. ¡A gastarlo!. Detrás quedaban el sainete del General, su brujo, los generales y sus pistolas. Y una izquierda cruel, ignorante, que se mataría, sin norte ni fin para demostrar ¿Qué?.
Subí al barco. La semana anterior asistí a una misa. ¡Era por mi!. Los sacerdotes estaban en todo, rezaban y rezarían al asesinato y la muerte de los próximos desaparecidos y rezaban para los jóvenes asqueados, que se iban para no asistir al cuento que vendría.
Al viaje de no retorno se sumaría un hilo fino de cabello. Era la triste espera ante un final, un acento, un estilo de pensar que aunque las cosas salían mal, no dejábamos de ser el mejor país del mundo. ¡Y el más rico!.
Menudo azote vendría, hasta hartar una nueva generación de jóvenes. Algunos desaparecerían, otros se quitarían detrás del “no te metas”, y otros cambiaríamos de hábitos, olores y costumbres. Solo Mother seguiría presente, con sus altibajos, unida mediante el cordón umbilical.
El sueño es idiota. Breve.
La lengua escapa de una larga boca y se hastía.
Suéltate el pelo y coge el próximo disfraz.
De celos(1)
(1)Poesía maldita vol. 1. Juan re-crivello
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